EDUCACIÓN EMOCIONAL

Las emociones han abandonado la esfera de lo personal para formar parte activa de las cualidades que las empresas buscan en todo titulado universitario. En MIT sabemos que marcan la diferencia entre dos candidatos con una misma formación, son el complemento directo de las competencias puramente técnicas, un factor decisivo en el éxito o el fracaso académico y profesional.

Y, sin embargo, el sistema educativo actual apenas ha reaccionado ante una enseñanza que, en la gran mayoría de escuelas y universidades, ni está, ni se la espera.

En su informe “El futuro de los empleos”, el Foro Económico Mundial hacía un listado de las que considera que serán las diez competencias más demandadas por las empresas en el horizonte de 2020, y requieren precisamente importantes dosis de control socioemocional, y que en MIT adoptamos como propias desde nuestros incios.

Hablamos de la capacidad de resolver problemas complejos, el pensamiento crítico, la creatividad, la gestión de las personas, la coordinación con los demás, la inteligencia emocional, el juicio y la toma de decisiones, la orientación al servicio, la negociación y la flexibilidad cognitiva. Así, entra en juego la habilidad de afrontar situaciones sociales difíciles, de ser capaces de superar los condicionantes que la sociedad ejerce sobre nuestro pensamiento o comportamiento, de dar rienda suelta a la creatividad que nace de estados emocionales favorables a la expresión.

La autoestima, la disciplina, el control de la frustración, la responsabilidad o la capacidad de adaptación son herramientas imprescindibles para el progreso académico y profesional. «Las empresas buscan personas con una serie de habilidades y el currículum académico cada vez cuenta menos. Nuestros alumnos van a pasar en el futuro momentos muy tensos, debemos saber anticiparnos, y enseñarles a trabajar con equipos muy dispares.

Hay una serie de habilidades emocionales que consideramos en MIT de todo punto básicas, como el autoconocimiento personal, es decir, aprender a reconocernos y evitar culpar a los demás de lo que nos pasa, que es el justamente el lema del MIT: Nosce te ipsum, Conócete a ti mismo. O la empatía para trabajar en grupos, la capacidad de saber cuándo hay que intervenir ante determinadas situaciones o cómo tratar con personas de otros países y culturas en un entorno cada vez más globalizado.

También la regulación emocional, para evitar el estrés y la ansiedad; la competencia para trabajar en equipo y resolver conflictos o la automotivación: La capacidad de entusiasmarse.

Las emociones que gestionamos en MIT

  • Empatía

  • Equilibrio

  • Autoconocimiento

  • Trabajo en equipo

  • Resolución de conflictos

  • Entusiasmo

  • Autonomía

Incluso gigantes tecnológicos como Google o Amazon han puesto el foco en las emociones y valoran la creatividad, que tiene muchos aspectos socioemocionales, la capacidad de adaptación, la autoestima, también tener mucha humildad para aprender. En MIT consideramos que se pueden desarrollar las competencias técnicas en cualquier momento de la vida, pero las emocionales exigen un mínimo de entrada y aportan un plus profesional.

CONCIENCIA EMOCIONAL

En MIT hacemos énfasis en la importancia de la «conciencia emocional» y, a partir de ella, en conseguir un equilibrio que nos ayude a relacionarnos mejor con nosotros mismos y a crear contextos que facilitan la convivencia y el bienestar. También en lograr una mayor autonomía para que nuestras emociones no dependan de otros, aprender a manejar contextos tóxicos, contribuir a crear climas emocionales favorables. Por eso, la inclusión de asignaturas obligatorias como el Yoga, TaiChi, Mindfulness y Aikido en nuestro currículo.

El “analfabetismo emocional” de nuestra sociedad contribuye a explicar la prevalencia de casos de ansiedad, estrés, adicciones, violencia, conflictos o comportamientos de riesgo. Y eso justifica, en nuestra opinión, la necesidad de desarrollar en MIT competencias emocionales básicas para la vida que no están contempladas en ninguna etapa de la formación reglada de otros colegios.

Porque lo cierto es que la educación emocional que reciben los estudiantes en otros Centros resulta más bien escasa e insuficiente, incluso entre los propios educadores. Sin embargo, lo deseable sería que hubiera formación inicial reglada para todo el profesorado de Primaria y Secundaria, como ocurre en MIT.

Estas prácticas ayudan a nuestros alumnos a socializar, comprender lo que les pasa a ellos y a los demás, afrontar mejor las dificultades o pedir ayuda. La empatía o la autoestima son muy importantes en la adolescencia para evitar conductas adictivas o inadecuadas, pero es mejor actuar desde Infantil y Primaria, porque a veces en Secundaria puede ser ya tarde. 

Nuestro objetivo reside en la mejora de las habilidades emocionales, sociales y creativas a partir de la literatura, la música, las artes plásticas y un banco de actividades para trabajar esas competencias a través de todas las asignaturas. Por ejemplo, con una poesía, un anuncio o una dinámica de trabajo. Se pueden generar emociones para resolver problemas. No es igual hacer una división técnica que plantear cómo repartir caramelos entre los alumnos de la clase.

 

LA EMPATÍA O LA AUTOESTIMA SON MUY IMPORTANTES EN LA ADOLESCENCIA PARA EVITAR CONDUCTAS ADICTIVAS

En MIT pensamos que «las emociones potencian el aprendizaje», y para ello implantamos módulos de entrenamiento y talleres prácticos en nuestro colegio. Por ello, contamos con una asignatura curricular de Educación Emocional y para la Creatividad.

Es muy cierto que las empresas donde trabajen en el futuro nuestros alumnos valoran la metodología del aprendizaje-servicio, que los jóvenes hayan trabajado con alguna ONG o que hayan participado en algún programa de intercambio con estudiantes de otros países, porque eso mejora la empatía y las habilidades sociales. Incluso se valoran actividades deportivas que dan pistas de por dónde ha ido la persona, por ejemplo si ha sido monitor con niños en el verano.

En el carácter hay una parte genética y otra en la que influye la educación y las experiencias que cada uno ha tenido. 

Y ahí está la clave. Y en MIT lo sabemos y actuamos en consecuencia.